Malí, 48 mujeres muertas en la minería ilegal de oro
La tragedia golpea nuevamente a Mali. Al menos 48 mujeres murieron el sábado 15 de febrero de 2025 en un derrumbe dentro de una mina ilegal de oro en Bilalkoto, en la región de Kayes. Según fuentes locales, una máquina carterista utilizada en la extracción colapsó sobre un grupo de trabajadoras que cavaban en busca de oro. La mina en cuestión es supuestamente operada por ciudadanos chinos, lo que reaviva el debate sobre el papel de intereses extranjeros en la explotación ilegal de los recursos naturales de África.
Esta tragedia ocurre apenas semanas después de que el gobierno de transición prometiera tomar medidas contra la minería clandestina. El 22 de enero, el Estado reconoció el impacto devastador de estas prácticas en el medio ambiente y la seguridad del país, asegurando que actuaría con urgencia. Sin embargo, los hechos demuestran que las promesas oficiales no se han traducido en acciones concretas.
El saqueo del oro maliense: explotación extranjera y crimen organizado
Desde hace años, Mali es víctima de una explotación ilegal e incontrolada de sus recursos minerales. En su mayoría, estas operaciones están en manos de grupos extranjeros con equipamiento mecanizado, lo que agrava el impacto ambiental y social. La destrucción de la fauna y la flora, la contaminación de los ríos y el agotamiento de los suelos son solo parte de las consecuencias. Pero los efectos van más allá: las redes de minería ilegal también financian el tráfico de drogas, armas y personas, además del terrorismo que desestabiliza la región.
Los mineros artesanales locales, empujados por la pobreza extrema, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo en condiciones inhumanas, mientras las grandes redes ilegales extraen las riquezas de Mali para exportarlas fuera del país. En muchos casos, los propios operadores legales, con licencias del Estado, han sido cómplices de esta depredación.
Mali, una tierra rica con un pueblo empobrecido
El oro de Mali, al igual que el de tantos países africanos, no enriquece a su pueblo, sino a intereses extranjeros y a élites corruptas. A lo largo de la historia, África ha sido saqueada sin piedad por las potencias coloniales, que dejaron tras de sí fronteras artificiales, economías dependientes y sistemas políticos frágiles. Hoy, en pleno siglo XXI, el saqueo continúa, solo que ahora bajo nuevas formas: contratos leoninos, empresas extractivistas sin control y redes criminales que encuentran en la pobreza un terreno fértil para su negocio.
Pero la responsabilidad no es solo externa. Las élites africanas también han fallado a su pueblo. Gobiernos ineficientes, corrupción, falta de planificación y complicidad con estos esquemas ilegales perpetúan un sistema donde las víctimas son siempre las mismas: los trabajadores, las mujeres, los niños y las comunidades más pobres.
Cada mina ilegal que se abre en Mali es una prueba de que la independencia formal no ha traído justicia ni desarrollo real. Las mujeres que murieron en Bilalkoto no solo fueron aplastadas por una máquina, sino por un sistema que permite que África siga siendo explotada como en tiempos coloniales.
La pregunta es clara: ¿seguirá el pueblo maliense dejando que su oro financie la riqueza de otros mientras sus hijos mueren en la miseria?
Vía Nahuel Hidalgo