Antes los boqueteros robaban bancos, hoy roban panchos
La crisis golpea fuerte y la delincuencia se adapta a los tiempos que corren. Atrás quedaron los días de asaltos espectaculares a bancos y blindados. Ahora, la nueva generación de ladrones elige el camino del emprendimiento gastronómico… ajeno.
El local “Manso Pancho”, ubicado en pleno centro de Mendoza, sufrió un robo insólito este lunes cuando un delincuente decidió hacer un boquete en la pared para llevarse lo que pudo: balanzas, una notebook, dinero y, como toque final, hasta la ropa del local. Sí, entró en bóxer y salió vestido como empleado del negocio. Un verdadero cambio de rubro en tiempo récord.
Sabina Shocron, dueña del local, expresó su frustración: “Esto fue cerca de las 6:45, antes de que entraran los empleados. Se metió por un baldío, hizo un agujero y se llevó todo lo que pudo. En las cámaras se lo ve entrando en ropa interior y saliendo disfrazado de trabajador del Manso Pancho. No sabemos si quería robar o si buscaba cambiar de vida y empezar una nueva jornada laboral”.
Como si fuera poco, el delincuente intentó borrar las pruebas destruyendo las cámaras de seguridad, aunque se llevó una consigo, tal vez para editar su propio reality show del delito.
Un barrio con más acción que una serie de Netflix
El Manso Pancho no es ajeno a la inseguridad. En diciembre, un “trapito” ingresó al local y terminó atacando a los empleados con un palo, elevando la violencia callejera a niveles prehistóricos. Además, los dueños denuncian que todos los días lidian con amenazas y agresiones cuando los cuidacoches no consiguen acceso VIP al baño del comercio.
“La inseguridad es algo de todos los días. De noche la cosa se pone peor: nos roban sombrillas, vasos, sillas y hasta la cartelería. Si esto sigue así, en cualquier momento nos hacen un boquete y nos roban los clientes también”, lamentó Sabina.
Mientras las autoridades buscan soluciones, la delincuencia sigue innovando. Ya no hay necesidad de complicados planes para dar un gran golpe: con un par de ladrillos rotos y un poco de audacia, la nueva generación de boqueteros demuestra que el ingenio argentino no tiene límites… ni paredes.
Vía Nahuel Hidalgo