Internacional

Israel bombardeó la prisión de Evin: ¿ataque al régimen o trabajo sucio a su favor?

El ataque aéreo que Israel lanzó contra la prisión de Evin, en Teherán, el pasado 23 de junio, fue presentado como parte de una ofensiva simbólica contra las estructuras de poder de Irán. Sin embargo, el blanco elegido plantea una contradicción de fondo: ¿a quién terminó beneficiando realmente el operativo?

La prisión de Evin es conocida internacionalmente por alojar a personas detenidas por razones políticas, delitos de seguridad nacional, y casos de doble nacionalidad. Numerosos organismos han denunciado allí condiciones de encierro extremas y ausencia de debido proceso. Aun así, Israel decidió convertir ese lugar en objetivo militar. El resultado no fue una victoria simbólica: fue un error estratégico que terminó reforzando el control del Estado iraní sobre su población carcelaria.

Riesgo para los propios adversarios del Estado

Lejos de debilitar la estructura del poder político iraní, el ataque dejó en una situación aún más vulnerable a cientos de personas privadas de libertad. Algunas de ellas son activistas, opositores, o ciudadanos extranjeros. Otras simplemente están detenidas en medio de procesos judiciales cuestionados.

Tras el bombardeo, las autoridades iraníes reforzaron la seguridad del penal, interrumpieron comunicaciones internas y externas, y dispusieron posibles traslados. Israel no liberó a nadie. No mejoró las condiciones de detención. Tampoco visibilizó la situación de los presos. Por el contrario, hizo retroceder el monitoreo internacional y le dio al Estado iraní una justificación para endurecer medidas.

Un favor inesperado

En términos políticos, el ataque permite al gobierno iraní presentarse como víctima de una agresión extranjera, y utilizar ese argumento para cerrar filas, consolidar apoyos internos y reducir el margen de crítica internacional. La ofensiva también complica a actores diplomáticos que buscan negociar liberaciones, acceder a detenidos o presionar por reformas internas.

No es la primera vez que una acción militar, en nombre de valores abstractos como “la libertad” o “la democracia”, termina generando un efecto contrario. Pero en este caso el golpe es especialmente simbólico: Israel atacó una prisión en la que no estaban sus enemigos directos, sino personas que, en muchos casos, son tratadas como tales por el propio Estado iraní.

Conclusión: las contradicciones también matan

El ataque a Evin deja más preguntas que certezas. ¿Fue un error de cálculo? ¿Un gesto propagandístico? ¿Un mensaje interno para consumo propio? Lo concreto es que la cárcel sigue en pie, las personas siguen presas, y la represión, lejos de aflojar, se consolidó.

Golpear un símbolo no siempre significa debilitar un sistema. A veces, sin quererlo —o sin pensarlo demasiado— se termina reforzando aquello que se buscaba desafiar.

Vía Nahuel Hidalgo

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